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«Cámara Negra […] lleva la estética de Koltés al límite: Dialogar o matarse. […] La intensidad de los trabajos de Alfredo Padilla y Carlos Alvarez-Ossorio es el principal aliciente. […] La poética de austeridad que propone la pieza consigue, juegando con apenas elementos, una rentabilidad máxima. Donde todo significa. Donde nada provoca indiferencia. Donde cada sesgo pretende estimular los sentidos del espectador en base a dos conceptos: corporalidad y ritmo, ritmo y corporalidad. Se añade a este planteamiento una generosa pizca de acción verbal y asunto concluido. Todo lo demás es materia sobrante, inautenticidad. […] La pieza muestra con crudeza la desconfianza, la incomunicación que preside la sociedad de bienestar en la que estamos instalados, la angustiosa inquietud que sufre el pequeño burgués cuando abandona su concha vital. El encuentro del supuesto cliente y vendedor (sin aparente mercancía a la vista) le concede una especial importancia al tema del intercambio. La pareja protagonista pone en marcha una cantidad de estrategias encaminadas a obtener algo del otro, conjugando verbos como sugerir, ordenar, aclarar, amenazar, sobornar, seducir… verbos que en la dramaturgia de Koltés se ordenan siguiendo extrañas cadenas de pensamiento que no siempre dejan entrever hacia dónde se dirige la acción. Las verdaderas intenciones de los personajes no parecen quedar claras. Dialogar o matarse. He aquí el centro del conflicto. […] El trabajo de dirección y actoral es profundamente indagatorio. Apoyado en el aspecto humano, no vacila a la hora de prescindir de la luz, de la escenografía e incluso de la ropa de los actores para centrarse en el plano emocional. […] El combate dialéctico retrata a la perfección la esencia de la pieza de Koltés, una visión pesimista de la sociedad consumista que enfrenta al hombre con sus miedos e inseguridades pero que obliga al espectador teatral a convertirse en un ser inteligente, a debatirse, sí o sí, entre la satisfacción y el rechazo.»
XOSÉ LUEIRO. GALICIA HOXE

«Sobre un gran esfuerzo interpretativo, la sucinta puesta en escena creada por Carlos Alvarez-Ossorio se basa en la fuerza del texto y, para convertirlo en espectáculo dramático, aporta pasiones encontradas donde sólo había desencuentros intelectuales, potenciando, acertadamente, la lucha hasta extremos psíquicos y físicos. […] Un montaje serio, crudo, que deja en el espectador un poso de meditaciones.»
JULIO MARTÍNEZ VELASCO. ABC DE SEVILLA

«ENTRE LA MAYÉUTICA Y EL DUELO A MUERTE (5 estrellas). […] Todo el cinismo que identifica al inmigrante con una puta contratada para el placer propio es la base de En la soledad de los campos de algodón de Koltès, genial remate literario a la Francia del siglo XX y expresión única del miedo a lo desconocido. La versión de Alvarez-Ossorio, desnuda y nada complaciente, sin ningún resquicio al humor ni a la levedad, es un regalo para la escena contemporánea, una oportunidad para la ética. Aunque su extranjero era otro, Camus habría disfrutado viendo a Sísifo matarse vivo a golpes contra sí mismo.»
PABLO BUJALANCE. MÁLAGA HOY

«PROPUESTA VALIENTE. […] A Álvarez Ossorio le interesa destacar la duda sobre la comunicación y la confianza entre los hombres en una sociedad en la que se impone la mezcla étnica y racial. Y para ello, en un alarde de valentía, renuncia a todo tipo de recursos escénicos para centrarse en la interpretación. Los actores se enfrentan a un escenario vacío donde prima una confrontación verbal que parece apuntar hacia otro tipo de pugna. Y es que el relato, a pesar de su densidad verbal, señala un conflicto que habita más allá de las palabras, algo mucho más complejo y violento. Así, mientras los personajes parecen dominados por el miedo que les impone un encuentro en esa zona donde ambos son extranjeros, lo que se pone en marcha es el mecanismo puro del deseo, de la necesidad del hombre contemporáneo de enfrentarse a la frustración para satisfacer sus más recónditas pulsiones, aunque todo ello le lleve a despreciar el amor y lo sitúe en tierra de nadie. Así, los actores deben decir con cuerpos y miradas más de lo que dicen con las palabras.»
DOLORES GUERRERO. EL CORREO DE ANDALUCÍA

«LA IGNORANCIA DE LOS CULPABLES (4 estrellas). […] Hay un foco que ilumina el centro del escenario; a cada lado, en las esquinas, sentados como púgiles esperando el toque de inicio del combate: dos hombres. Cuando dos hombres se encuentran en una noche como ésa, en una calle solitaria como ésa, sólo pueden pelearse; lo pueden hacer con sangre o con amor, pero es un combate al fin. Uno -el extranjero, el negro-, dese satisfacer los deseos del otro; él, el extranjero, es el vendedor, el que ofrece su mercancía. El otro, el comprador, lo desprecia, no entiende qué le ofrece, qué puede tener aquel extraño que a él le interese; pero el lugar -ese no lugar en el que se ha producido el encuentro- donde las tiendas están cerradas y nadie pasa, donde no rigen las reglas sociales, y la noche oscura iluminada apenas con los cigarrillos que uno y otro fuman sin compartir, esa calle y esa oscuridad lo asustan, lo mantienen alerta ante los gestos del otro porque no entiende que aún no lo haya atracado y le ofrezca amablemente satisfacer sus deseos. […] Un par de años después de ver en Sevilla su obra póstuma Roberto Zucco, se presenta en el Central En la soledad de los campos de algodón, obra superior a aquella y que, aunque no sea una valoración de crítica, es el teatro que adoro. Tienen hasta el día 20 para verlo. Corran, corran.»
MANUEL ROSAL. EL DIARIO DE SEVILLA

«La compañía de teatro Cámara Negra, con una puesta en escena neutral y dos personajes antagónica y económicamente opuestos, estrenó anoche en el Teatro Central de Sevilla la obra En la soledad de los campos de algodón del dramaturgo francés Bernard-Marie Koltés. Es precisamente esa soledad la que se recrea en esta adaptación teatral que provoca el encuentro azaroso de dos personajes a altas horas de la noche en un lugar cualquiera del mundo. La línea recta que seguían ambos se chocan en una mirada y con el impacto se convierte en una línea curva y laberíntica que no deja espacio a la huida del cobarde. Vivimos en una sociedad consumista compuesta de dos extremos reflexiona la obra: el vendedor y el comprador. El vendedor -el argentino Alfredo Padilla- es optimista y dicharachero, mientras que su opuesto, el cliente, que es el propio director Carlos Álvarez-Ossorio, es pesimista y nihilista. Los dos están predestinados a matarse o a entenderse, pero saben también que la soledad en la que se sumergen ambos les empuja al diálogo, a pesar de la desconfianza absoluta que tienen uno del otro. Esa misma desconfianza que nace del caótico e irracional mundo en el que vivimos. Los protagonistas se desenvuelven en un espacio reducido y oscuro, el de la noche. […] Un espacio en el que cada uno cumple con su papel prejuzgado y en el que el vendedor juega con la angustia de ser rechazado y el comprador con la de poder negar la existencia de su rival. Aún así, las reflexiones filosóficas de los discursos discurren más allá de una única perspectiva porque los personajes se mueven entre momentos distintos de violencia y amistad. […] La crítica social de la obra, aunque extensa, se centra con insistencia en la fatalidad de los prejuicios, en su falta de razonamiento y en su ausencia de criterio, que arrastra a la humanidad a mantener una actitud de desconfianza hacia los demás que genera uno de los problemas principales de las sociedad: la incomunicación entre sus miembros. […] Las naturalezas creadas de estos dos roles denuncian la misma inhumanidad que corre por las manos de quiénes las elaboraron e inventaron artificiosamente, así como la separación antagónica irreversible que sufren los humanos en las relaciones diarias que mantienen con el resto de su misma especie.»
DANIEL SÁNCHEZ BONET. AGENCIA EFE

“El deber de los profesionales de la escena, como ha hecho la compañía Cámara Negra con ‘En la soledad de los campos de algodón’, es trabajar un texto de estas características desde dentro. A corazón abierto. Partirlo en pedazos, dividirlo por partes y empezar a edificar hasta lograr que se roce la constelación de temas abordados: dolor, sufrimiento, incomunicación, aislamiento y, fundamentalmente, soledad. […] La fórmula aplicada por Carlos Álvarez-Ossorio, director de la función, es de máxima austeridad. Texto, interpretación y poco más. Ritmo, iluminación y corporalidad […], en medio de un cuerpo a cuerpo consumido vertiginosamente por los intérpretes, como si fuesen vampiros que van a desaparecer con la aparición de los primeros destellos de luz diurna. Cámara Negra ha adaptado ‘En la soledad de los campos de algodón’ desde cero. La iluminación perfila la estrategia estética. Cada personaje lleva un foco encima. Las luces proyectadas se alejan, se persiguen y se acercan, conformando círculos de energías en movimiento. […] Una representación a destacar entre tanta espesura comercial, llena de pequeños detalles que no pasarán de largo al más curtido, hecha a cuerpo descubierto.”
RAFAEL GONZÁLEZ TEJEL. EL DECANO DE GUADALAJARA

“La frontera que separa al norte y el sur, al que ofrece y al que pide, al extranjero y al que no lo es, es una delgada línea de humo. Todo depende de la mirada y la curiosidad por el otro ser humano. […] Setenta y cinco minutos bastan para escenificar esta reflexión sobre el encuentro de dos seres humanos igualmente confusos, que boxean hablando de sus vidas y sus sentimientos. Se golpean, se aman, como en la vida misma, como en una espiral de amistad y odio con el otro. El trabajo actoral de Alfredo Padilla y Carlos Alvarez-Ossorio es francamente intenso. […] En esta lucha, entre la humildad y la arrogancia. […] Cámara Negra elige una escenografía casi inexistente, propia de un teatro conceptual. Solamente hay humo, luces y oscuridad”.
EL DÍA DE GUADALAJARA

“La representación por primera vez de un texto de Koltés sobre un escenario de Guadalajara no defraudó. […] La interpretación de los actores, sin más compañía que un foco en posición cenital que delimitó en todo momento su ubicación, fue la baza fundamental de una obra basada en la fuerza de la palabra y la acción de los dos únicos actores que se subieron al escenario, elementos que convierten la historia en cercana, fácilmente reconocible por todos y extrapolable a la realidad actual.”
MAR GATO. NUEVA ALCARRIA

“Las palabras y las metáforas del texto de Koltés rasgaban la noche de una escena desnuda y el sesgo de la interpretación reforzaba esa dualidad entre diálogo y muerte. […] La puesta en escena, con la desnudez y austeridad de dos focos de luz, cumplió con la provocación. […] El conflicto del encuentro y el desencuentro de dos seres humanos, potenciado por la oportunidad de una relación comercial. El miedo a lo desconocido. El amor descreído. La amistad interesada. La frustración y la violencia sin argumentos. La confrontación verbal donde el diálogo se convierte en dos soliloquios. La soledad y la angustia de sentirse atrapado en ella. Dos cigarrillos y las ideas como los deseos, se esfuman. Una perspectiva muy arriesgada de la compañía «Cámara Negra», que huye del artificio, que no deja indiferente.”
BLANCA CORRALES. GUADAQUÉ

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