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“BALADA TRISTE PARA TRES PAYASOS. […] Tres actores experimentados que afrontan con rigor un trabajo impecable y lleno de complicidades, que los convierte en tres viejos y decrépitos payasos que esperan, en un no lugar, su última oportunidad laboral. […] La extravagancia de los tres personajes-clowns y sus violentos enfrentamientos constituyen una oportunidad única para el lucimiento de tres actores que dominan a la perfección un teatro físico que no huye de sus compromisos.”
ROSALÍA GÓMEZ. DIARIO DE SEVILLA

“LA SONRISA (HELADA) DEL PAYASO. Hay montajes que cumplen a la perfección con una de las grandes virtudes del teatro: su capacidad para reflejar la realidad en un espejo roto. Es el caso de este montaje de Cámara Negra. […] En este mundo, las caretas asfixian. Los colores del carnaval han perdido el brillo, bañados en gris. […] Aparecen rencillas y pequeños hilos que ganan filo con el paso del tiempo. Como a quien progresivamente le fuera apretando hasta el dolor la nariz roja. Estos tres personajes que llenan por sí solos el escenario de acción se someten a los tiempos y cánones de la comedia –desgracias, giros, tropiezos y sobre todo fracasos-, pero no hay comedia o hay la justa. Como si la hubieran extraído con la precisión de una jeringuilla, esta obra juega a ser un caramelo amargo en la boca. […] Y ésa, precisamente, parece su intención y es el mayor mérito de la propuesta de Álvarez-Ossorio. Esta risa huérfana, que muere en la boca para preguntarnos por qué. Un cuadro que somete al espectador a la reflexión, esa mirada necesaria que nos hace ver presos a los animales del circo. Un circo que aquí sugiere poco de ilusionante y mucho de cruel, de olvido, abandono y hasta violencia. La larga sombra de quien fue payaso les pesa y nos pesa. Los actores cargan excelentemente con esta sombra y sus cuerpos y sus voces llenan la escena de un vacío conmovedor. Quien busque el respiro vacío de la comedia ligerita se encontrará aquí con tres sombras que antes de nublarse fueron luces. Tres vidas apagadas hasta la agonía, arrebatadas como un jardín una tarde de lluvia. Y tres actores que se arrugan o se alzan para redondear al personaje, campan a sus anchas por este limbo y respiran majestuosamente con sus cuerpos. Hay sombras, hay decrepitud y sobre todo, como exige el buen teatro, provoca preguntas.”
BORJA DE DIEGO. EL CLUB EXPRESS

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