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«Estremecedora versión de Otelo. […] Atención a la simple pero intensa puesta en escena. Iluminación y música arropan el soberbio trabajo de unos actores que, durante poco más de una hora, logran atrapar al espectador y sobrecogerlo. Remueve entrañas».
BELÉN LORENZANA. ÉPOCA

«Explosiva puesta en escena en español. […] El lenguaje corporal es tan intenso y absorbente y preciso que incluso aquellos que no podían entender el español, pudieron comprender el significado de las palabras unas veces susurradas y otras vomitadas en un odio salvaje. La luz y el sonido también tienen su papel y acentúan perfectamente la escalada de violencia en un argumento que se hace más y más violento. […] Un drama ritual que llega al límite de lo humanamente posible. Perfectamente puesto en escena.»
CHRISTEL VOITH. SCHWÄBISCHE ZEITUNG (Alemania)

«Todo significa, pancomunica, porque lo que deja de estar comunica por no estar, y lo que deja de hablar comunica por no hablar. […] Cámara Negra mantiene al público en su sitio. La relación entre los personajes parece basarse en la violencia de gestos y verbo, aún cuando el gesto o el verbo anda ausente -o más incluso-. Inevitablemente ningún resultado se hubiera obtenido de esto sin unos actores que supiesen crear y mantener la atmósfera.»
GONZALO ANDINO. LA TEATRAL

«Excelente trabajo. […] Una versión a la que ni le sobra ni le falta nada […] llena de inteligencia, se ve por todas partes, medida al límite, luces, música e interpretación pertenecen a un todo dominado por el director que ha exprimido a sus actores exigiéndoles actuaciones al borde del límite.»
J.JAVIER PAISANO. EL CORREO DE ANDALUCÍA

«Arte del bueno. Puesta en escena en que los personajes de Shakespeare adquieren su dimensión exacta, sin distorsiones, y en el que la simbología, las agrupaciones escénicas, la economía de medios y la caracterización de los personajes nos entregan un Otelo vital, fresco, actual, una clase sobre un clásico de nuestra contemporaneidad.»
MANUEL VILLABELLA. ADELANTE (Cuba)

«El director organiza una ceremonia escénica de gran impacto visual en el público. […] El espacio vacío y aromático da mucho relieve a estos intérpretes animalescos, sometidos a sus pasiones más repugnantes. Su trabajo adquiere una extraña pulsión dramática en el interior de esta propuesta, una especie de oratorio de tres criaturas destruidas y azuzadas por el monstruo de los celos.»
JUAN ANTONIO VIZCAÍNO. LA RAZÓN

«A soas coa esencia. […] Cámara Negra esencializa máis que sintetiza, a traxedia de Otelo. […] Ó tempo que elimina determinados artificios, revela contundentemente a brutalidade do proceder: alguén desencadea a violencia e a espiral da crueldade vaise multiplicando por si mesma a cada paso. A compañía enfróntase á esa furia sen disimulo, subliñando unha e outra vez o mecanismo terrible que liga a víctimas e verdugos. Non é unha montaxe amable. […] É unha versión de lucidez e de sacrificio, de intensidade e aguante.»
CAMILO FRANCO. LA VOZ DE GALICIA

«Un trabajo muy cuidado de interpretación en los tres actores y del uso de los objetos, entre los que cobra protagonismo el agua como purificadora y como arma criminal. Desplazamientos escénicos, composición del cuerpo […] y el tenebrismo lumínico que piden los recovecos e insidias está muy bien logrado. […] Se acerca a la filosofía del absurdo, en la que la vida del hombre es un sin sentido y se encuentra sin respuesta ante el problema del mal. […] Claustrofóbica historia de tres, metáfora de la vida humana condenada a destruirse.»
JOSÉ RAMÓN DÍAZ SANDE. RESEÑA

«Un atrevido experimento de Cámara Negra, una versión libérrima de Otelo que pretende concentrar la fuerza de la tragedia. […] El espectador goza la intensidad y el trabajo de esta compañía. El resultado es bueno, pero se pierde gran parte del Otelo. Un error juzgarla por ello, el montaje bebe de Shakespeare, mas pretende hacer otra cosa.»
GABRIEL GUILLÉN. VISUALDISCO

«Un Otelo casi escultural. […] Una plasticidad que atrapa al espectador. […]Tienen mucha fuerza los movimientos actorales, distribuyen los espacios con la luz y se mueven con un ritmo lento que procura el avance de la obra en un tempo adecuado para ir digiriendo la trama poco a poco. El espectador se olvida de la falta de escenario desde el principio, se entrega a la palabra y al gesto. […] El ambiente que se recrea es privado, de interiores y de forma simbólica nos adentramos quizás, desde lo público, donde no deberíamos, en la privacidad. Es una situación lúgubre, húmeda, a veces trágicamente poética. Nos incomoda porque somos espectadores de algo que atraviesa nuestra conciencia o nuestro entorno más cercano. […] La reconocemos y ahí es donde nos agita.»
MANUEL MOLINA. IDEAL DE JAÉN

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